Dos poemas
Dos poemas en mí, y los he llevado a otro lado, sin que dejen de ser su propia huella.
Se encuentran en el espacio, en el vacío de mi huella. Y en la huella de tus ojos.
Estos son un poema Zen de Sengai Gibon y un poema de Jorge Esquinca
Se encuentran en el espacio, en el vacío de mi huella. Y en la huella de tus ojos.
Estos son un poema Zen de Sengai Gibon y un poema de Jorge Esquinca
El ahogado
La noche es un ahogado serenísimo-- pálido, tan sólo un cuerpo que fluye por las calles inundadas: lentos arroyos de paz para el ahogado. Las aguas lo sostienen a flote-- purificado, viril, erguido el falo: vertical desafío que las aguas pulen como una mano sabia bienhechora. A su paso las casas oscilan levemente, barcas selladas en el aire del naufrago. Alguien, desde una imprecisa ventana, silva una canción triste mientras pasa. La niña en su balcón también lo mira—_ “qué hermosa es la muerte por agua”, y en las habitaciones corre una frescura inesperada. Nada estorba el navegar incierto del ahogado-- un súbito vaivén le da la vuelta: “El agua es el más profundo espejo de la muerte” La curva de la espalda, las nalgas lisas del ahogado: blancas islas, intervalos bajo la luz de las lámparas. Un golpe de viento y el ahogado da la vuelta-- en sus ojos inmensos navega, aún más pálida, la muerte. El torrente conduce su deriva hacia un manso remolino a mitad de la calle-- con su estupor de carne altiva El ahogado se abre paso—_ gira lento gira y al sumergirse nos devuelve otra vez la noche. Jorge Esquinca |
Poesía Zen
Quien viene sólo sabe que viene. Quien se va sólo conoce su final. Para salvarse del abismo. ¿Por qué sujetarse al precipicio? Las nubes bajas nunca saben adónde las llevará la brisa. Sengai Gibon Poema Zen |